La Guerra Civil golpeó a Osasuna

En 1935 un Osasuna republicano asciende a Primera. Un año después, el último día de los Sanfermines, llega el golpe y la represión se ceba en el club en forma de fusilamientos, exilio, cárcel, etc.

Corría 1935. Un Osasuna republicano asciende a Primera División. Tan sólo un año después, el último día de los Sanfermines, llega el golpe fascista y la Guerra Civil. La represión se ceba duramente en el club en forma de fusilamientos, exilio, cárcel, etc Esta es una historia oculta y olvidada en una ciudad “roja” (Bada hiri gorri bat). 

Una tarde rusiente de emociones—tarde florida con almendros blancos de abril— este “blanco” equipo de Osasuna se ciñó el laurel olímpico de la victoria. ¡Salud! 

Éstas líricas palabras y una fotografía del once titular acompañan la crónica del Diario de Navarra (DN) el 27 de abril de 1935. El domingo anterior, Osasuna, que cambió el rojo por el blanco por un día, alcanza la máxima categoría por primera vez. Ganan al Murcia con un hat-trick del hábil atacante de Olite, Julián Vergara, y acaban primeros de grupo y segundos en la fase de ascenso. La primera felicitación llega con un telegrama del Athletic de Bilbao, campeón la próxima temporada.

Osasuna era un gran bloque formado por el agoizko Emilio Urdíroz, entrenador que anteriormente fue un defensa central brillante y que un año después sería encarcelado.

La plantilla estaba conformada por los jugadores Urreaga, Oyaga, Jokintxo Ilundáin “Bolico”, Recarte, Muguiro, Valentín, Cuqui Bienzobas (vinculado a ANV y parte de la selección de Euskadi), Urdíroz II, Tell, Ruiz, Castillo, Juaristi, Urretavizcaya, Sánchez Pascual y la popular delantera formada por Iturralde, Vergara, Paco Bienzobas y Catachú. Varios de ellos, al año siguiente, tomarían las armas de los golpistas.

La víspera, el reportero “Equis” del Diario de Navarra pedía animar sin descanso a los rojillos. La expectación era máxima en Iruña: “un río grande de osasunismo con sus afluentes recorría la ciudad”, señalaba el periódico. Había gente de Nafarroa, Gipuzkoa y Araba. Era un periodismo de arengas y reclamaciones: “Que regalen un nuevo campo a Osasuna”, se podía leer. Al año siguiente, llegó el descenso y la crítica larvada a la directiva, nada de felicitaciones. “¡Rojos de Osasuna, sed siempre rojos!”, reclamaba el reportero del DN. Sin rubor, esos adjetivos y connotaciones un año después serían motivo para llevarte al pelotón de fusilamiento.

Julián Vergara, una de las primeras estrellas del club siendo máximo goleador con 20 goles en Primera, acabaría siendo soldado requeté bajo duras amenazas. El resto de goleadores fueron Paco Bienzobas, que anotó 10 dianas, Iturralde con 8 y Catachú con 6. En una eliminatoria de Copa, el de Olite apostó contra un directivo que le prometió “un duro por cada gol que metas”. Poco le costó meter dos goles en Zaragoza, pero lo de cobrar la prima, ya tal. Vergara llegó a marcar cinco goles en un sólo partido, frente al Atlético de Madrid en el Metropolitano, que terminó con un 1-5 para Osasuna. Lo convocaron para ir con la selección de Euskadi, y su padre, un pequeño agricultor socialista, recibió la amenaza: si lo hacía, sería fusilado. Después de la guerra lo fichó el Barça, aunque regresó a Iruña la siguiente temporada

Vegara practicando el salto de cabeza, Urreaga tirando de la cuerdita

Cuando nace La Liga en 1928, Osasuna jugaba en Tercera División. Junto a otros equipos se plantan y disputan el campeonato de Gipuzkoa. En 1930 vuelven a Tercera y en 1932 suben a Segunda, donde permanecen hasta el ascenso con Natalio Cayuela de presidente, que luego sería fusilado.

Aquel año Osasuna terminó 2º en la Copa Vasca, empatado a puntos con el Athletic y por encima del Arenas, Real Sociedad, Real Unión, Barakaldo y Alavés, en ese orden. Excepto navarros y vitorianos, era un torneo con mucho nivel en el que el resto de equipos reunían 23 títulos.

En la Copa Presidente de la República, Osasuna llegó a semifinales, donde perdió contra un Sevilla que acabó por coronarse campeón. El partido en el campo de San Juan finalizó a falta de 20 minutos debido a las tanganas y caída de objetos, lo que acarreó una suspensión de dos partidos con el campo cerrado.

Pamplona contaba entonces con 50.000 habitantes, y las cifras del club señalaban tan sólo 100 socios. Había problemas financieros y aun así, algunos seguían reclamando un campo nuevo. El ascenso duró una temporada, y hubo que esperar otros 17 años para que se repitiera, con cuatro años de guerra de por medio.

La República en Iruña

Décadas antes, en la Navarra carlista del s. XIX, Pamplona era una ciudad liberal. Una vez proclamada la República vence el Frente Popular. Las notas de la Marsellesa y La Internacional sonaban en las plazas y calles de la ciudad, bailadas incluso a modo de pasodoble. En aquel entonces hubo iniciativas para crear un Estatuto Vasco que incluía Navarra. Nadie discutía el fondo, pero sí la forma, ya que las diferencias eran ideológicas.

La plaza del ayuntamiento de Iruña, el día de la proclamación de la República.

Tras el fracaso de la revolución de Asturias, la realidad cambió mucho. En los siguientes dos años el ambiente político y social se fue crispando. Las derechas supieron leer el momento y establececieron acuerdos entre sus fuerzas. El Círculo Carlista de la Plaza del Castillo se había convertido en una academia militar. La situación era tensa. Algún directivo de Osasuna, como Antonio Lizarza, viajó a Italia para entrevistarse con el fascista Mussolini y recibir formación militar y armas. El conocido como “Director” del golpe, el General Mola, llegó a Pamplona. El director del Diario de Navarra, Garcilaso, fue quien hizo de puente entre falangistas, militares y carlistas, tras convencer a estos últimos a cambio del regreso de la monarquía.

Osasuna jugaba en Primera División y desciende esa misma temporada, pero en el club había quienes estaban a otras cosas. No paraban de conspirar y prepararse para dar el golpe, y luego quedaría demostrada la gruesa línea que une al club con estos acontecimientos y con quienes intentaron frenarlos.

Entre tanto conspirador y conociendo el devenir de la historia, la pregunta es: ¿Hubo traiciones en aquellas directivas de Osasuna donde compartían mesa dos personas que más tarde serían fusiladas (Ramón Bengaray y Natalio Cayuela), otras encarceladas (Carmelo Monzón) junto a responsables directos del golpe (Antonio Lizarza)?

Terminan los Sanfermines, una resaca mortal

Una vez Osasuna había descendido, llega el verano y los Sanfermines, donde el último día las derechas convocan una concentración militar en la Plaza del Castillo, a la que asistieron 4000 requetés con el General Mola al mando. Los asaltos se van sucediendo. Primero, el periódico nacionalista “La Voz de Navarra” (diez días después La Falange publicaría allí el suyo, “Arriba España”), luego el Centro Vasco, después el Círculo de Izquierda Republicana (arrancaron símbolos y adornos republicanos). La jornada finaliza con el asesinato por la espalda del Comandante Rodríguez Medel por sus subordinados de la Guardia Civil cuando trataba de parar el golpe, un objetivo que, el expresidente de Osasuna, Natalio Cayuela, junto a otros con responsabilidades políticas en aquel entonces (entre los que había varios de la Junta de Osasuna) también lo intentaron.

En las jornadas siguientes son cesados todos los concejales de izquierdas de Pamplona, y una gestora municipal tomó el control y dio el apoyo a la Junta de Guerra. 56 trabajadores de la plantilla municipal fueron cesados de empleo, además de miles de detenciones, interrogatorios bajo amenazas y torturas con el objetivo de confeccionar listas negras, etc. En un año 300 personas fueron fusiladas en Pamplona, la mayoría de ellas vinculadas a organizaciones republicanas de izquierdas o nacionalistas vascas.

Corría agosto y al obispo de Pamplona el calor le llevaba a declarar ilícita la unión de nacionalistas vascos con republicanos y socialistas, una cantinela que 83 años después parece ser la misma. Los fusilamientos de presos se realizaban en las murallas de la Ciudadela, convirtiéndose en un lamentable espectáculo al que acudían determinados miembros de familias aristócratas, algunas monjas, etc, con el afán de demostrar su bajeza moral al presenciar aquel horror y exterminio merecido del vecino «rojo», de un conocido o incluso de algún pariente.

Es necesario crear una atmósfera de terror… eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros

General Emilio Mola

Osasunistas asesinados

Para la elaboración de la siguiente lista de osasunistas represaliados por la guerra, se han tomado referencias extraídas tras la consulta de artículos de Félix Monreal, Natxo Matxin, José Ignacio Corcuera o Manuel Martorell, entre otros, además de repasar la bibliografía sobre la Guerra Civil en Navarra, archivos oficiales, testimonios directos de algunos familiares e intercambiar información y muchas impresiones con diferentes personas. Se han recopilado trabajos ya realizados y quedan algunos descubrimientos que reclamar, por lo que todavía queda mucho trabajo por hacer. Téngase en cuenta la dificultad y que en las plantillas de jugadores y juntas directivas anteriores a 1936 consultadas, en la mayoría de casos, sólo disponemos de un apellido. He aquí el comienzo:

Eladio Zilbeti, fusilado. Miembro fundador en 1920, jugador y secretario del club, se le considera el autor de la idea del nombre: Osasuna. Además, era militante del partido de la izquierda independentista Acción Nacionalista Vasca (ANV).


Natalio Cayuela, fusilado. Presidente de Osasuna durante ocho años. Hombre polifacético, secretario de la Audiencia Provincial, político de izquierdas con el partido Izquierda Republicana y una de las personas que intentó parar la barbarie del golpe y la guerra.


Ramón Bengaray, fusilado. Directivo de Osasuna, fue funcionario de Justicia y después impresor de profesión. Antes había sido concejal en Pamplona con el partido Izquierda Republicana, partidario del Estatuto Vasco, y también presidente del Frente Popular en Navarra. Junto a Cayuela, los hermanos Monzón y otros, trató de detener el golpe y ser fiel al orden constitucional republicano.

Fortunato Aguirre, fusilado. Fundador de Osasuna y de la ikastola de Estella, donde fue alcalde con el PNV. Puso en conocimiento al Presidente de la República de las conspiraciones golpistas antes de la sublevación. Fue fusilado en Tajonar, donde ahora Osasuna tiene sus instalaciones deportivas.

Andrés Jaso Garde, asesinado en un bombardeo. Jugó en Osasuna la temporada 1930-1931 con 18 años. Después pasó por el Zaragoza, Valencia (cedido en el Levante) y Sporting de Gijón. Él y dos hermanos también desaparecidos eran socialistas. Las informaciones más verosímiles sitúan su fallecimiento en un bombardeo de la aviación franquista en Cangas de Onís, cuando el club trataba de rescatar a sus miembros, explicaciones recibidas por la familia. Por nuestra parte, proyectaremos nuestras fuerzas en éste caso con el fin de ayudar a encontrar sus huesos a su sobrina Áurea Jaso (91 años), que también tiene desaparecido a su padre, otro tío y el suegro. Es muy probable que se encuentren en alguna de las fosas comunes que hay en Cangas, mientras que los de su hermano Aurelio estén seguramente en Madrid.

Los cinco son víctimas producidas por la represión franquista y los cinco estuvieron de una u otra manera vinculadas a Osasuna. Eran demócratas, unos republicanos de izquierdas y otros nacionalistas vascos, a diferencia de la imagen que proyecta Osasuna, sobretodo a partir de 1936 y con más nitidez a partir de 1940. Tengamos en cuenta que uno de los artífices del golpe, el carlista Antonio Lizarza, será quien presida el club terminada la guerra. A él le sucederán otros reconocidos falangistas, requetés, militares y políticos franquistas locales. Esa imagen de club tradicionalista, de orden, religioso… no tiene nada que ver con sus orígenes y sus comienzos. Desde 1920 el club lo forman simpatizantes del vasquismo, de ahí su nombre, y entre sus componentes hay destacados izquierdistas locales.

Caídos o heridos por “la patria”

Siendo Iruña una de las plazas clave de aquel golpe, no sorprende que varios jugadores de Osasuna fueran voluntarios o reclutados en algunos de los diez tercios requetés para ir al frente. La liga fue suspendida durante tres largos años, sin embargo, siguió habiendo fútbol durante la guerra. Aunque lo intentaron, es casi imposible matar la vida y el juego. Acto seguido empezaron los 40 años de dictadura.

De los datos que hemos podido recopilar, al menos diez miembros de la plantilla de 1935/36 participaron en los frentes de guerra, con el objetivo de «defender la religión católica y hacer frente al marxismo» (sic). Rodríguez del Castillo, aquel que realizara un pase de gol a Vergara, fue asesinado en Donostia y era titular un año antes, el del ascenso. Muguiro y Urreaga, al igual que Vergara y Catachú en un brazo, fueron heridos con metralla. Además, murieron Antonio Olóriz, José Bezunartea, Angel Avizcuri, Ochoa de Olza y Dueñas, que habían jugado con Osasuna en distintas temporadas. Sin embargo, estos sí fueron homenajeados como el club reconoce en varias publicaciones. Tomás Arnanz, futuro técnico en el segundo ascenso de 1953, también fue herido dos veces.

Por otra parte, René Petit, jugador de renombre que había pertenecido al Real Unión y al Real Madrid en los años 20, y que jugó con Osasuna la temporada 1927/28, parece ser que hizo de intermediario en el 37 entre el gobierno de Franco y los jugadores vascos que estaban de gira europea con la selección de Euskadi, que tenía como objetivo recabar apoyos internacionales a favor de la República, ofreciéndoles el indulto si dejaban la gira y regresaban a España (por supuesto a la zona sublevada).

Resulta complicado saber si la participación de todos ellos fue simplemente motivada por su fe religiosa e ideas similares a las palabras que pronunciara “El Director” Mola, o fueron engañados u obligados bajo altas presiones, como se cuenta en mucha bibliografía. En aquella época era muy escuchado el macabro eslogan “o al frente o a la cuneta o sino al fuerte” (prisión en el alto del monte Ezkaba, junto a Pamplona, donde se produjo una trágica fuga que terminó con 211 presos asesinados)

Represión a osasunistas: cárcel, exilio o sanciones

Augusto Vizcarra, exiliado. Fundador de Osasuna y primer presidente de la Sportiva, germen del actual club, era técnico de Telefónica. Fue militante comunista afiliado a la UGT, participó en las milicias del sindicato y tuvo que exiliarse en Francia y México.

Carmelo Monzón, encarcelado. Fue directivo de Osasuna durante varios años y era ingeniero y arquitecto de profesión. Hermano del líder comunista Jesús Monzón y hombre de izquierdas, sufrió un atentado antes de la guerra: un coche-bomba en la Plaza del Castillo del que el Partido Comunista acusó a La Falange. Se exilió a Francia, regresó y ocupó cargos de responsabilidad en el Gobierno Vasco, y fue detenido en Cantabria tras la caída de Bilbao y encarcelado en Madrid. Mientras su hermano era gobernador de Alicante, negoció un canje con Antonio Lizarza, que una vez en libertad, se olvidó de Carmelo. Su cuñado Francisco Indave, que había sido vicepresidente de Osasuna, también fue perseguido y represaliado.

Emilio Urdíroz, encarcelado. Fue jugador de Osasuna y entrenador la temporada del ascenso, junto a su hermano Martín. Encarcelado en Pamplona, es probable que más tarde pasara por algún campo de concentración en Catalunya, de donde huyó. Dos de sus hermanos también fueron presos, y otro de ellos, Filomeno, fusilado. Provenían de una familia socialista muy reconocida de Agoitz-Auritz.

Julián Tell Pérez, sancionado por la Federación Española de Fútbol (FEF). Componente de la plantilla del primer ascenso, participó en el bando republicano y fue sancionado por la FEF al término de la guerra, aunque finalmente logró conmutar parte de la condena.

Vicente Rey, exiliado. Masajista de Osasuna y relacionado con ANV, tras la caída de la Cataluña republicana tuvo que exiliarse en Francia en el Campo de Argeles Sur Mer primero, y más tarde en el campo de concentración de Gurs (sub-campo Gernika Berri). Tras la ocupación nazi de Francia regresó a la península, y en 1943 fue detenido junto a su hermano Francisco Rey, ex jugador de Osasuna, y otras nueve personas vinculadas al Partido Comunista y acusadas de colaborar con una “red para invadir España” bajo la dirección de Jesús Monzón. Fueron incomunicados veinte días en la Dirección General de Seguridad y fue encarcelado en Alcalá de Henares hasta 1945.

Eduardo Aizpún, primer presidente de Osasuna, el “olvidado” según Félix Monreal. También fue jugador y era abogado de profesión. No sabemos si la represión se cebó con él, pero sí con su hermano Marcos Aizpún, al que Monreal señala como el ideólogo de Osasuna, ya que desde el periódico “El Pueblo Navarro” lanzaba con entusiasmo la idea de refundar el club Sportiva. Marcos era un funcionario de justicia cesado de su puesto al iniciarse la guerra por ser militante de izquierdas. Su compañera, Rosaura López, fue encarcelada durante más de tres años bajo la acusación de adoctrinar en ideas izquierdistas y republicanas a los aspirantes a plaza de funcionario de una academia de formación. Dicha campaña fue iniciada desde el Diario de Navarra por Garcilaso, su director durante 50 años, personaje clave en el golpe como mediador entre carlistas y falangistas.

Otros casos: redadas, detenciones, cárcel y exilio

Redada del Bar Catachú, regentado por la familia Iturralde, en el que el hijo Ángel era el delantero izquierdo titular de Osasuna. Alrededor de 30 personas fueron detenidas, en una acción que tenía como fin, según la Junta de Guerra, desarticular una red que operaba en la organización de fugas a Francia de presos del Fuerte de Ezkaba y de otras personas perseguidas por su militancia de izquierdas. El bar era frecuentado por jugadores de Osasuna y pelotaris, entre otros. En la operación, el dueño del establecimiento, otras dos personas y el conocido pintor y concejal del PNV Javier Ciga, fueron torturados y enviados a la cárcel, donde pasaron dos años acusados de organizar el paso a Francia de un dirigente de la UGT.

En el Bar Osasuna, en la calle Bergamín, el propietario Ildefonso Zalabardo López fue encarcelado por izquierdista, y más tarde fue fusilado. El establecimiento lo regentaba su compañera, a la que tendieron una trampa los servicios de espionaje franquistas. A través de clientes que delataron a otros clientes, sin ser conscientes de que lo hacían, fueron encarcelados baztaneses acusados de preparar fugas por los Pirineos de militantes comunistas. En las escalerillas de San Nicolás donde estaba su casa actualmente hay un adoquín en su memoria.

Sabemos también de casos de jugadores fichados por Osasuna el mismo 18 de julio, como Ispizu y Urbano, procedentes del Athletic, que se encontraban en zona republicana. El primero combatió como gudari, y tras pasar por cuatro cárceles por ser un “rojo separatista”, Osasuna renunció a él cuando salió de prisión en 1941.

El portero catalán Kiko Florenza, ex jugador del Oviedo y compañero de Lángara, pichichi de la Liga ese año y anteriores, estuvo preso en el campo de concentración en Pamplona, según el investigador Jose Ignacio Corcuera, y tuvo de carcelero a Vergara, con el que años después acabarían siendo compañeros en Osasuna. Corcuera señala que, gracias a una carta de Florenza publicada en la prensa republicana catalana, contribuyó a salvar la vida de Lángara, preso en el buque-cárcel “Cabo Quilates” en manos de asturianos del Frente Popular. Lángara acabaría en el exilio, jugando en Argentina, volviendo a convertirse en un mito. Marcó más de 100 goles en tres ligas distintas: española, argentina y mexicana.

Contar el pasado para entender el presente

2020 es un año de fiesta para Osasuna. Su centenario. Tenemos una deuda con su historia. Urge una reparación de estas víctimas y sus familias, para que la fiesta sea completa. De no hacerlo, seguiremos sin aprender. Es necesario reunir a las instituciones, al club, a sus peñas, asociaciones de memoria histórica, familias, sociedad y técnicos, para entre todos, realizar el mejor homenaje: contar la verdad y crear una memoria colectiva. Los caídos por la “patria” ya tuvieron homenajes, reconocimiento y fueron condecorados; los otros, parece que no existieron y siguen sin hacerlo. Sin embargo, hay familias que aún se acuerdan y esperan.

En España, durante la guerra y años posteriores hubo un millón de presos, sobre una población de 25 millones. 150.000 fallecieron, 50.000 fueron ejecutados y otros obligados a trabajos forzados. Son datos escalofriantes. El historiador Roldán Jimeno asegura que “fue la más brutal dictadura y represión de Europa occidental. La Alemania nazi por su parte incluía presos de otros países, pero España sólo encarcelaba personas de su país”. No es de extrañar que España ostente un récord mundial macabro: el de personas desaparecidas, tan sólo superada por Camboya.

El Holocausto español, como lo define el historiador Preston, tiene una vigencia de 40 largos años, entre guerra y dictadura franquista. Hubo intentos por liberar al país del fascismo, lo que se conocía como los makis, y, entre ellos, el que lideró el dirigente comunista navarro Jesús Monzón con una guerrilla de 5000 combatientes que cruzaron el Pirineo y fracasó a los pocos días. Un intento desconocido y un personaje olvidado, que aquel 18 de julio de 1936 había logrado escapar de Pamplona con la ayuda de un amigo carlista, que después fue fusilado. Tras su detención en 1945, se enfrentaba a una petición de 30 años de cárcel y dos condenas de muerte. Ahora sí, Antonio Lizarza se acordó de él y consiguió parar la pena capital de Monzón, quien pasó 13 años encarcelado, coincidiendo el día de su puesta en libertad con un partido de Osasuna contra el Real Madrid, en Primera otra vez.

El resultado de la Guerra Civil en Navarra fue devastador. No hubo un frente de guerra, y aun así, se produjeron 3450 fusilados; 300 navarros murieron defendiendo la República enrolados en el Ejército Vasco; más de 4000 niños y niñas acabaron huérfanas; hubo miles de encarcelados y exiliados; a muchas personas y familias se les despojó de sus bienes y propiedades (Bengaray perdió su imprenta a manos de la Iglesia). El historiador Fernando Mikelarena aporta el dato de las tasas de asesinatos y fusilados de miembros del Frente Popular en Navarra, según su número y representatividad, la más alta del Estado español. Se trató de un ensañamiento total del que todavía no nos hemos recuperado. Probablemente, el mito de la Navarra católica y a favor del alzamiento caiga con el estudio de los casos olvidados, del que podría emerger la Navarra que murió defendiendo la República y sus libertades.

En ésta roja ciudad (Hiri gorri honetan), Iruñea, 18 julio 2019.

Un comentario en “La Guerra Civil golpeó a Osasuna

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